Por: Augusto César Saltos

 

Pasadas las seis de la noche en el campo y las siete de la noche en la ciudad, en aquellos tiempos, era sumamente peligroso andar por chaquiñanes obscuros y abandonados. Quien tenía necesidad urgente de pasar por ahí, debía ir acompañado de una o más personas, llevar medallas, escapularios, alguna reliquia para no exponerse que este nuevo agentillo del Diablo haciendo uso de cuantos engaños puestos a su orden a fin de no fracasar en la empresa, se cargue a los infiernos en cuerpo y alma como era su mejor deseo, su único fin… Gentes habían que podían perder fortuna, oportunidades grandiosas para alcanzar triunfos morales y materiales, antes que traficar por dichos caminos que se habían tornado en fuentes de agresión maléfica por parte del Demonio. De este enemigo malo que no repara en nada para en la noche o en el día querer conquistar almas para fortalecer y conservar eternamente su reinado de sombras, de dolor y de maldad…; pues, ya se sabía que algunos condenados estaban siendo indultados por Dios.

Se decía que el Demonio, ansioso como no hay otro, de tener en el Infierno niños tiernos, como una de sus mejores aspiraciones de conquista, hacía todo lo posible en conseguir que, la madre que había concebido un hijo de la triste culpa, le abandone a las pocas horas de nacido en parto natural o provocado; se decía también que estos niños abandonados así por los padres, se convertirían inmediatamente de haber muerto en seres ultraterrenos conocidos con el nombre de UÑAGUILLES, y que a personas que acaso no sabían o no querían oír lo que conversaban los mayores, les sucedía casos tan graves que cuantas veces se veían en conflictos de los que no podían librarse sino rezando algo o sacando a lucir una reliquia bendita en Sábado Santo. Pues, el Demonio hacía que el alma condenada de este niño finja en el chaquiñán un desesperante y consternador lloriqueo que mueva, con seguridad, a mucha compasión a quien haya tenido la inocencia o audacia de pasar por ahí. Que condolido por el intenso sufrimiento que demostraba al estar abandonado, con frío y quizá con hambre, acercábase tomando entre sus brazos para llevarle a su casa. Que en realidad de verdad lo encontraba envuelto en pañales y al parecer casi desfalleciente, pero que a pocos instantes se oía decir: “Ve, ve: yo ca, dentesh tengo”, sacando a relucir grandes colmillos puntiagudos, cara amoratada y ojos como dos bolas de fuego, y lo que es más: uñas negras y largas tanto en los dedos de los pies como de las manos, tratando prenderse del cuello del condolido que protestaba contra esos padres desnaturalizados que menospreciando al fruto de un amor, bien o mal cultivado, impulsados por ese falso respeto a la sociedad que es nada ante la monstruosa depravación de destruirlo a quien culpa alguna no tuvo ni lo tendrá jamás por aquello de sin haberlo solicitado lo hayan traído al mundo, abandonan un hijo en despoblado y a todo intemperie para que se muera en medio de los mayores tormentos, como muere una flor recién abierta, presa de los estragos de la helada que cae sobre lo más tierno, que cae sobre lo más bello de la vida.

 

Tradiciones y Leyendas, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo de Bolívar.

Portada: https://www.teepublic.com/hoodie/3361508-devil-kid

Visitas

003327204
Today
Yesterday
This Week
Last Week
This Month
Last Month
All days
1769
3016
13774
3299895
55408
55344
3327204

Your IP: 66.249.79.237
2024-03-29 15:04

Contáctanos

  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
  • mailelmundodelareflexion@gmail.com
  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

Siguenos en