Héctor Cisneros Ayala
Recopilación: Dorys Rueda
Quito, enero 19, 2022
 

 

Tenía 8 años y vivía en ese entonces en la Vicentina, un barrio tradicional de Quito, ubicado en el centro oriente de Quito, a los pies del Itchimbía.

En los años 60-70, la Vicentina era un lugar pequeño, familiar y, sobre todo, pacífico.  Todos nos conocíamos y cuando salíamos a la calle, saludábamos a cualquier persona mayor que encontrábamos al paso.  Nuestro lugar mágico de encuentro era la calle, que no era un sitio peligroso como en la actualidad.  Nos divertíamos en grande, jugando al fútbol, las canicas, las cogidas, los chullas y bandidos, la rayuela, los huevos de gato, el trompo y el churo. Cuando nuestros padres gritaban para que entráramos en las casas, recién nos percatábamos que era medianoche o habían dado las primeras campanadas de la mañana.

Una noche, agotado por haber jugado tanto, entré en la casa y lo único que quería era dormir. Me acosté y me quedé profundamente dormido.  Estando en este estado de sueño, no sé qué ocurrió conmigo pero de pronto, de manera espontánea,  sentí que estaba fuera del cuerpo y que me desplazaba con ligereza por las calles de Quito. Una experiencia que no me resultaba aterradora, pero que sí me sorprendía por todo lo que estaba mirando en ese momento. Tenía conciencia de que no había gente caminando por las calles porque era madrugada, pero también que los lugares por los que pasaba no me eran conocidos. No había estado nunca allí.

De pronto llegué a una esquina y allí me llamó la atención una Virgen hermosa que estaba sobre una piedra. La miré largamente  y luego, muy relajado, regresé. Al siguiente día cuando abrí los ojos,  recordé la experiencia que había tenido.  Recordé todo, cada detalle, cada lugar y, sobre todo, a la Virgen. A nadie le comenté sobre esta experiencia. Con el tiempo, me olvidé de lo sucedido.

Meses más tarde, cuando mi padre y yo pasábamos por la avenida 10 de Agosto y Luis Felipe Borja, le dije que yo había estado allí, que conocía ese lugar y que paráramos a ver a la Virgen.  Mi padre me miró asombrado, porque él sabía que no había manera de que yo conociera a esa Virgen. Jamás me había llevado por ese lugar.  

 

Portada: https://losladrillosdequito.blogspot.com/2018/07/esquina-de-la-virgen.html

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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