Por: Dorys Rueda
En la literatura, el tema recoge el pensamiento o sentimiento que transmite el escritor. El tema puede condensar una o más ideas principales.
El tema es abstracto y universal y se ha repetido a lo largo de la historia, en distintas épocas y culturas. Ejemplos de temas son: la soledad, el amor, la angustia, la libertad, la muerte, entre otros.
Un primer camino para llegar al tema es explorar el paratexto, lo que acompaña al escrito, sean elementos verbales como los títulos, subtítulos, índices, prólogo, epígrafes o elementos icónicos como imágenes, fotografías, diagramación.
La idea principal o central es la parte más importante del escrito, pero al contrario del tema, es concreta y específica. Si en un texto, el tema central es “la solidaridad”, la idea central vendría a ser lo que se dice sobre el tema de la solidaridad.
Ahora bien, la idea principal o central puede aparecer al inicio del escrito, en medio o al final de este. Algunas veces, en forma explícita y podemos identificarla por ciertas marcas y señales que aparecen en el escrito. Por ejemplo, una frase o palabras que se repiten y sintetizan la idea.
En una lectura también aparecen otros enunciados que son menos importantes y que surgen en torno a la idea principal o central, para describirla, ejemplificarla o reforzar su sentido. Si prescindimos de estas ideas, no se altera el sentido del texto. Hablamos, pues, de las ideas secundarias. Una forma de llegar a la idea principal o central es suprimir las ideas secundarias.
Hay que tener cuidado y no pensar que un escrito solo posee un tema o una idea central. Todo depende de su extensión, género y complejidad. No es lo mismo un libro que un ensayo, un artículo de prensa que un texto lírico.