Dorys Rueda
Quito,  13 de abril de 2015

 

EL CAMARÓGRAFO Y EL ESCRITOR

 

 

 

 

La tarde caía lentamente sobre la bulliciosa ciudad de Quito, pintando el cielo con tonalidades doradas y anaranjadas, mientras me encaminaba hacia una pequeña casa ubicada en el pintoresco barrio "La Magdalena", en el sur de la ciudad. Mis pasos resonaban en las estrechas calles adoquinadas, impregnadas del aroma de las comidas callejeras y del murmullo constante de la vida urbana. Estaba emocionada ante la perspectiva de la entrevista que tendría con Héctor Aníbal Cisneros, pionero del arte cinematográfico ecuatoriano. Un camarógrafo de la imagen informativa del país que se proyectaba en todos los cines del Ecuador en los sesenta.

Toqué el timbre con delicadeza y no esperé mucho hasta que la puerta se abriera. Ante mí se erguía un hombre alto con una amplia sonrisa. Era don Héctor Aníbal Cisneros, de 85 años con una presencia imponente. Tenía el cabello plateado y una mirada serena.  Al entrar, me presentó a su esposa, una mujer gentil que me invitó a pasar a la sala. El ambiente era acogedor y familiar, se aspiraba el aroma del café recién hecho y se escuchaba un suave murmullo de una melodía antigua que venía desde algún rincón de la casa.

Se sentó frente a mí y me dijo: “Veo que  a usted le agrada el café. Las motivaciones son impulsos que pueden movernos a realizar determinadas acciones. Por ejemplo, un libro, una melodía, una conversación, una remembranza o hasta el aroma del café podrían llevarnos a descubrir necesidades y poner en práctica acciones nunca pensadas. Eso me sucedió cuando era joven”.

Todo comenzó en el año 1956, cuando Héctor Aníbal Cisneros se había quedado sin empleo y no podía mantener a su esposa e hijos. Empezó entonces a preguntar a sus amigos, si alguien sabía de alguna vacante. Su amigo, el periodista Hugo Galindo, le avisó que había un puesto de mensajero en la Feria de la Unidad Nacional. Sin pensarlo dos veces, se dirigió a la Casa de la Cultura Ecuatoriana donde estaba la oficina. No le importaba laborar de mensajero, si eso le permitía amparar a su familia. Cuando llegó, su amigo Hugo Galindo le presentó a don Demetrio Aguilera Malta.

El joven Cisneros sabía que Demetrio Aguilera Malta era una figura destacada de las letras ecuatorianas, un coloso literario cuyas obras revelaban su compromiso con las complejidades del alma y la sociedad ecuatoriana. La impresión que tuvo de él fue imborrable: “Era un hombre simpático, agradable y gentil. Era un verdadero caballero en todos los sentidos de la palabra. Recuerdo todavía lo que me contestó cuando le mencioné que había llegado por el empleo de mensajero. Me dijo con una sonrisa en los labios que yo no sería su mensajero, sino su edecán. Estas palabras sencillas pero significativas me demostraron en ese momento quién era el escritor: un intelectual con calidad humana, una persona que tenía la capacidad de elevar el valor y la dignidad del ser humano.  Este fue el inicio de una relación de trabajo y el comienzo de una amistad memorable.”

Cuando la Feria se terminó, el escritor que también incursionaba en la cinematografía, le preguntó a Héctor Aníbal Cisneros, si alguna vez había manejado una cámara. Él, con recelo, le respondió que no, porque nunca podría adquirir un equipo fotográfico por su alto costo.  Don Demetrio le contestó que le parecía un buen comienzo y con tono afable le entregó el instructivo de una cámara fotográfica para que lo leyera y estudiara con detenimiento.  Luego, de manera cordial sentenció: “Después de la lectura le entregaré su primera cámara para que la maneje correctamente”.

Héctor Aníbal Cisneros aceptó muy contento la sugerencia y en un par de días tomaba las primeras fotos que le había pedido el escritor. Cuando el joven las reveló y entregó a don Demetrio, este le dijo muy emocionado:  “Joven,  le felicito. Usted tiene vocación para la fotografía. En este momento le contrato como fotógrafo de mi empresa”.  

El escritor le entregó al joven todo su conocimiento y experiencia, para que progresivamente aprendiera el oficio de la fotografía. Más adelante, lo convirtió en camarógrafo, cuando don Demetrio montó una oficina para producir el noticiero cinematográfico que se proyectaría en las salas de cine del país. El joven Cisneros, con su equipo de filmación, empezó a realizar reportajes de lo que acontecía al interior del Ecuador, en lo social, cultural, deportivo, económico y político. A la par del noticiero, el escritor le invitó a trabajar en su primer largometraje: “La cadena infinita” que al final resultó un fracaso económico.

Más adelante, don Demetrio le involucró en un proyecto muy interesante para la época. Se trataba de un documental sobre todos los presidentes de América.  Héctor Aníbal Cisneros comenzó con la filmación de Camilo Ponce Enríquez, pero cuando el escritor viajó a Colombia y reveló el material,  se percató que habían saboteado el equipo. Entonces, el proyecto quedó trunco y el joven camarógrafo se quedó sin trabajo.

Aunque ya no laboraba con don Demetrio, su amistad con él nunca terminó, siempre estuvieron en contacto. Con felicidad recuerda cómo en cierta ocasión le llamó para que fuera a su oficina, que estaba ubicada en la calle Mejía, entre Venezuela y García Moreno, para presentarle a un amigo suyo que estaba de paso por el país. Acudió con rapidez a la cita y así fue cómo conoció al escritor colombiano Gabriel García Márquez.

Cuando don Demetrio se ausentaba del país, le escribía. Héctor Aníbal Cisneros extrae unas hojas de una carpeta y me lee una de las cartas que le había mandado el escritor desde Bogotá. Estaba escrita a máquina, con fecha 23 de julio de 1958: “Querido Héctor: Me refiero a su atenta carta del 6 del presente, que he recibido con un poco de retraso. Velia corresponde sus saludos, lo mismo que yo y los hacemos extensivos a todos los suyos. Le agradezco cuanto me cuenta de mis asuntos en esa ciudad y estoy seguro de que la impresión que usted me da es la justa. Ojalá, cuando termine la película que voy a empezar a filmar en los próximos días, pueda ir a Quito, para ver qué puedo hacer con las últimas cosas aún pendientes. Le agradezco mucho por su atención al respecto. Ojalá mis asuntos de aquí caminen y, entonces, tal vez me sea posible contar con la lealtad y la amistad de un hombre tan cabal como usted. No sólo los malvados y traidores deben triunfar en la vida. En mi próxima carta, le pediré el favor de ayudarme a solucionar el problema de mis libros y otros. Quiero ver qué es lo mejor, para avisarle. Muchas gracias por todo y espero sus noticias. Le ruego no perder contacto conmigo.”

Don Héctor Aníbal Cisneros, se pone muy triste al recordar la muerte del escritor: “Sentí una inmensa tristeza por mi amigo que siempre fue generoso conmigo. Compartía sus conocimientos técnicos y los enfoques nuevos y creativos para capturar la esencia de cada historia con profundidad y sensibilidad. Pero también, me transmitía su filosofía de vida y sus consejos tan certeros para los reportajes.  Lecciones que no solo marcaron un punto de inflexión en mi carrera profesional como artista de la imagen en movimiento, sino que dejaron una huella indeleble en mi crecimiento personal como ser humano, como amigo.”  En este momento su rostro reluce  y con una gran sonrisa concluye: “Don Demetrio no solo iluminaba el camino del arte y la literatura, sino también los senderos de quienes tuvimos la suerte de conocerlo en este viaje por la vida”.

Hoy le queda su precioso legado: todas las conversaciones que mantuvieron, aquellos proyectos que no se llevaron a cabo, las cartas que el escritor le envió desde distintos países del mundo, la máquina de escribir que le dejó y los libros que le obsequió y autografió.

Al finalizar el encuentro, antes de despedirnos, me contó una anécdota muy interesante. Había sido invitado por el presidente Roldós a cubrir cinematográficamente su visita a Loja, el 24 de mayo de 1981.  Pero un día antes, el 23 de mayo, le llamaron notificándole que  no podía viajar porque  ya no había pasajes. Como todos sabemos, el presidente Roldós  falleció la tarde del domingo 24, al estrellarse el avión en que viajaba.  Don Héctor Aníbal Cisneros me dijo: “Me salvé de morir en ese trágico accidente, aún no llegaba mi  hora". Falleció el 21 de febrero de 2021.

                                                           

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